
En la Terra Alta, son cócs de miel y de manteca, en Ibiza cócs de bizcocho, en Vinaròs cócs de cabello de ángel o rellenos de boniato. Cócs de Fraga, y en Amposta cócs de manzana. Cóc de tomate y de “pimentón” en la Matarraña. En Morella cóc con jamón, sardina y tomate. En La Segarra y el Urgell, coques de berenjena y pimiento escalivados, con arenque o salchichón, o las queridas cocas de calabacín y cebolla con un toque de tocino. En el Segrià y la Noguera las variadas cocas de recapte, en Valencia la coca escudelló. En Mallorca la coca de verdura o la coca de trempó. En Alicante la coca de maíz, en Cocentaina la coca de sardina con cebolla y tomate. Docenas de nombres y de variedades, para un concepto gastronómico, simple y práctico: el Cóc, o las Cocas saladas.
Hay quien habla de la coca, como la adaptación local de la pizza italiana, importada de la Toscana en el siglo XV. Otros, como el historiador Pere Balañà afirman que «la gastronomía de la Catalunya Nova ha guardado ingredientes y técnicas de elaboración de tradición islámica, como en las cocas de recapte». Venga de donde venga, lo cierto es que la coca es una comida original y tradicional de nuestra cultura, y como tal es necesario promoverla y darla a conocer por todas partes.
Cuando en 1988 se instauró en Tàrrega el Aplec del Cóc, se quería, por un lado, revitalizar la Fiesta Mayor del Mayo, y por otro iniciar un proceso de reconocimiento de las cualidades y virtudes del cóc. Este proceso se ha ido ampliando con los años con la muestra de productos de panadería “Firacóc” y la participación de panaderos de otros lugares.
Si va a Tokio, Berlín, Nueva Delhi o Sidney, en todas partes encontrará una “pizzería”. Si váis a Barcelona, os costará mucho comer un buen cóc. Hay que hacer muchas cosas todavía, por extender, más allá de nuestras fronteras, el conocimiento, la valoración y la comercialización de los cócs. Sabemos que, al fin y al cabo, debe ser el mercado y la iniciativa, quienes deben aceptar y generar la oferta y la demanda del producto. Sin embargo desde las instituciones públicas, es necesario tener las ideas claras y avanzar en la promoción y difusión del cóc.
Han pasado muchos años desde cuando, mi abuela me enviaba al horno de Cal Manonelles con la cesta cargada de pimientos, berenjenas, arenques, salchichón y aceite, para el día siguiente volver a recoger los cócs, recién hechos, crujientes y de buen comer. Hoy nos encontramos, sin necesidad de encargarlos, en los hornos y panaderías, así como congelados en muchos supermercados.
El cóc es un manjar, práctico y exquisito, que se puede hacer fácilmente en casa y hecho exclusivamente con productos locales.
Compartiremos una receta por si os queréis entretener, haciendo un producto sano y del país.
Ingredientes:
Preparamos la masa con la harina, el agua y la levadura. La mezclamos y la amasamos hasta tener la masa compacta. Entonces la dejamos en un recipiente hondo, tapada con un paño durante tres horas hasta que la masa suba. Volvemos a amasar todo durante un rato, y añadimos el aceite de oliva, seguimos amasando y lo dejamos reposar media hora más.
Una vez tenemos la pasta hecha. Cogemos la que podamos extender en una fuente del horno. Para eso cogemos un rodillo para allanar la pasta. Debemos hacerla fina y extenderla, evitando que se rompa. Mojamos de aceite la plata del horno para evitar que la pasta se pegue y la extendemos encima. Añadimos la escalivada a tiras, repartidas por la superficie de la pasta. Ponemos el arenque o el salchichón encima, y con el horno caliente a 180º. Ya podemos hornear durante 20 minutos o hasta que se vea la pasta bien cocida. En el caso de poner anchoa o atún, éste se pone al sacarlo del horno.
Al sacarla, añadiremos un chorrito de aceite por encima y buen provecho.
Jaume Ramon Solé.