
Hoy hace un día luminoso y despejado. Estamos a finales de invierno. En el Pati de Tàrrega, los castaños abren y elevan sus ramas en el cielo. A un lado de la plaza el monumento al músico Ramon Carnicer y en el otro el monumento a los Países Catalanes de Andreu Alfaro.
La calle Cervera, llamada también del Carmen, nos invita a adentrarnos en lo que fue el cercado amurallado de la Villa. Viejos caserones de piedra, a ambos lados de la calle, conviven con nuevas y torpes construcciones. Viejas tiendas, nuevos comercios y anónimas franquicias. Locales lustrados, fachadas descostradas y callejones estrechos. Al fondo, perpetuo y omnipresente, se impone el campanario sobre un cielo embadurnado de azul.
Bajando a la derecha, destaca el amplio alero de cal Segarra, casal burgués, modernista y devoto de Nuestra Señora de Montserrat, que cubre, rodeada de ángeles cantores, la entrada. Más abajo, la atención se va hacia la armoniosa fachada del Palau dels Marquesos de la Floresta. Románico esbelto con elementos góticos de bella arquitectura.
Allí mismo, la piedra oscurecida por los años de los ventanales góticos del hospital del Sobies nos habla de un esplendor olvidado. A su lado, el edificio construido donde se levantaban los porches derribados del casal targarí de los señores de Càrcer y de Sobies, nos recuerda la memoria del poeta Alfons Costafreda.
Allí delante descansan los porches que bajan y entroncan, con los que por el otro lado de la calle de Santa Anna, van hasta Cal Postes, debajo del campanario. Llegados a este lugar, nos adentramos en la acogedora plaza de los Álamos, antiguo cementerio de la Villa, para contemplar la grandiosidad de la muela inmensa del campanario y la sencilla elegancia del edificio de cal Palau.
De vuelta a la calle del Carme, el porche es más estrecho y acogedor, y destaca el edificio modernista de Cal Bergadà. Al final, junto al Portal de Levante de la iglesia parroquial, se levanta el sólido paso de bóveda, que hace de contrafuerte del cimborrio de Santa María del Alba datado en 1693.
Entramos de lleno en la Plaza Mayor, a mano izquierda la grandeza de Cal Casals con la preciosa tribuna de forja y vidrieras, el edificio historicista de posguerra de la Caixa, los porches de la calle y de la plaza Mayor, y el edificio reconstruido del Ayuntamiento, que en la fachada original de 1764, lleva el lema de la antigua Paeria: “Antiqua Tarrega Foelix Villa”.
La protagonista de la plaza Mayor, es la monumental construcción barroca del conjunto de la iglesia parroquial de Santa Maria del Alba. En febrero de 1672, el campanario del antiguo templo medieval de Santa María colapsó y se llevó gran parte de la iglesia románica-gótica. Ese mismo verano se inició la construcción del nuevo templo.
Acabamos nuestro paseo, en medio de la plaza Mayor. Allí se levanta una copia de la restaurada Creu del Pati. Es una obra escultórica de primer nivel. Los restos originales los veremos en el Museo Comarcal del Urgell, muy cerca de allí, en la misma calle Major.
Jaume Ramon Solé.